domingo, 15 de abril de 2012

Algunos poemas de Rodolfo Serrano...






Dejo algunos poemas de Rodolfo Serrano extraídos de su blog (http://rodolfoserrano.blogspot.com.es/).
Cabe destacar, en mi opinión, a parte de la gran calidad de sus poemas con esa atmósfera tan descriptiva; su amplio compromiso social. Recomiendo visiten su blog.


Tu abrigo


Adoraba tu abrigo portugués. Y yo pasaba
mi brazo bajo el paño azul. No he olvidado
tu perfume, el calor que me llegaba
de tu cintura. La dulce sensación
de un vientre que sentía
palpitar en la punta de los dedos.

Olías como huelen los puertos prohibidos,
había olor a sal y a primavera. Algún lejano
recuerdo de las noches de bares y de besos.
El calor de una piel, hasta tu nombre
tenía sabor a brisa,
cuando el agua
era lluvia corriendo por tu pelo. Y el pecado
era inventar en ti un país imaginado.

Mi pequeña dulzura, café ardiendo
en tus labios. La soledad de dos bajo tu abrigo.
Hoy no sabría
decir aquellas cosas como antes: me sentía
viejo y cansado y al mismo tiempo era
un niño cuando hambriento te buscaba
bajo tu abrigo azul.
Cuando soñaba con tu cuerpo desnudo y repasaba
la vieja cicatriz a un lado de tu vientre.

Pero, entonces, y ahora mismo, cambiaría
todos y cada uno de estos versos
por oirte decir, como decías, abriéndome los brazos:
“Si tienes frío,ven
porque cabemos
los dos bajo este abrigo, vida mía”.




Todo lo que te debo


Te debo las palabras y los besos.
Te debo los cafés de madrugada.
La sal de tu sudor cuando te amaba.
El sabor a tabaco de tu boca.
El vino tinto cuando me decías:
“Beberé siempre vino
y así sabré que eres
tú mismo quien me entra por los labios”.


Te debo la tristeza de los viernes,
la alegría del lunes. Las esperas
en las camas prestadas. Tu sonrisa
cuando mi lengua buscaba las cosquillas
de tu vientre en las noches. Las canciones
de Aute y los mil cigarrillos
que llenaban las horas del deseo.

Te debo los semáforos abiertos. Las llamadas
de teléfono y la muerte
que sentía venir al abrazarte. Cada poro
besado, la aureola devorada de tus pechos.
Mi sexo entre tus manos. La cadencia
de cuerpos, movimiento
furioso, el animal jadeo,
enronquecido ser contra la nada.
Las lágrimas bebidas. Nuestros miedos.

Te debo lo que fui y lo que ahora
soy. Todo el cansancio
de mis días sin ti. Tus dedos tiernos
hurgando entre mi pelo. La saliva
que me dejabas en los párpados. El sueño.
Tu nariz y tus ojos. Tus caderas
Los dedos de tus pies. Y los caminos
de tus venas. La sombra de tus huesos.

Te debo los mordiscos.
Los rojos chupetones en mi cuello.
La humedad de tu lengua. La caliente
oscuridad de tu coño, la terrible
succión. Todo en ti era
universo animal. Todo te debo.

Pero, ahora, dulzura de mis días, me doy cuenta:
de todo lo que yo te debo
no hay nada que se iguale a tu recuerdo.
El recuerdo de ti, cuando estás lejos.

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